Ojo de Gato: Sin justicia ni verdad
guillermo
manzano
Este 28 de noviembre se cumplen 53 meses del asesinato de Regina
Martínez Pérez. Más de cuatro años y aún no se sabe del paradero del supuesto
asesino. Sólo un paria purga condena. Tres procuradores, un fiscal y dos
gobernadores. La numeralia oficial.
Regina fue la sexta
periodista en la lista fúnebre de un Estado cubierto de sangre y corrupción. Su
asesinato cimbró a buena parte de la sociedad veracruzana. Desde 2012 se
considera a la entidad como la más peligrosa del país para ejercer el
periodismo. 19 crímenes en seis años dan fe.
Dos días después de aquel 28
de abril de 2012 publiqué: “La mataron los
editores y dueños de periódicos que confundieron convenios publicitarios con
docilidades ante el poder. La mataron los reporteros que extendieron la mano
para recibir el chayote, el embute, el dinero que mata la moral y la ética de
quienes por decisión asumieron narrar los hechos y sólo los tergiversan. La
mataron los directores y jefes de información que comercian con el trabajo de
sus subalternos.”
El tiempo me
dio la razón. Ahora que el sátrapa es un fugitivo de la ley, muchos se
volvieron críticos, feroces críticos del duartismo. Pero callaron en el momento
en que había que levantar la voz. No se debe olvidar el asesinato de Regina ni
de los 18 restantes reporteros. Menos ahora, que regresa al poder institucional
un grupo desplazado hace 20 años, al hacer una extraña alianza con los
cortesanos de ‘izquierda’ de Javier Duarte.
Seis meses
después del asesinato, en noviembre, escribí: “ (Regina) Como
verás nada ha cambiado desde tu ausencia. Siguen las intimidaciones. Sigue la
ineptitud oficial. Sigue la soberbia institucional (soberbia que trata de
ocultar carencias, complejos y traumas). Sigue la simulación. Sigue el premio y
castigo con dinero. Siguen ‘orejeando’ los palurdos convertidos en ‘jefes’. En
fin, sigue la misma mierda que denunciaste, exhibiste y documentaste. Pero
también sigue la esperanza. Esa aún no muere.”
Los días
se convierten en semanas, luego en meses y en años. El tiempo pasa y la
justicia no llega. Menos la verdad. Es difícil confiar en el próximo gobierno.
Son viejos conocidos de nosotros. No tienen palabra y la represión es la letra
escarlata del nuevo gobernante. Tampoco confío en la diputación. Quienes ‘legislan’
lo hacen acorde a su agenda partidista, no a las necesidades de nuestra
sociedad. Me puedo equivocar y lo agradecería, pero las simulaciones son
obvias. Sus biografías los delatan.
En 2014 publiqué:
“Puedo sostener categóricamente que, muchos y muchas que
acudieron al velorio y sepelio de Regina, hoy se revuelcan en el copro
institucional. En el dinero que el gobierno les da a cambio de olvidar, de no
ver, de no cuestionar. Vamos, de callar.
Esas personas que hablan y escriben
maravillas del gobierno estatal, de la tranquilidad, de la valentía y
honestidad de Javier, son como esos abogados que defienden al
violador: lo hacen ‘porque es su trabajo’ –eso dicen-, ganan el juicio y con el
dinero cobrado compran el pastel para celebrar el cumpleaños de la hija.
Grotesco, ¿verdad?”.
Han sido cuatro años de
denuncia, de exigir la verdad. No se pide otra cosa, sólo que él o los
responsables intelectuales y el asesino material reciban su castigo. En el
tercer aniversario del asesinato de Regina publiqué: “En tres años hemos visto cómo este gobierno se cae en medio de su
pudrición. Despreciado por ‘su’ presidente. Ninguneado por sus subalternos.
Perdido en su mediocridad. ¿Quién le dijo que el alumno siempre supera al
maestro? Celebro que se haya creído la broma, porque en breve –y espero estar
vivo- lo veré donde debe estar.”
Y
sí, ahora lo empiezo a ver donde debe estar. Por lo pronto es un delincuente
fugitivo, la cárcel a él, a sus cómplices y el desprecio social para su
descendencia y su familia es la cosecha de seis años de sangre, horror y muerte…
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