Mujeres Que Saben Latín: No es serio este cementerio
Por Estela Casados González
Hace algunos años tuve la oportunidad de visitar un antiguo campo de
concentración nazi llamado Sachsenhausen, que persiste como museo del recuerdo
en Oranienburg, Brandeburgo. La experiencia fue devastadora. Mis pies recorrían
los pasos de quienes sufrieron tortura hasta el exterminio.
Pese a la cruda impresión que provoca ver los
cimientos de las barracas en donde se apilaba a gente que era despojada de su
dignidad, el propósito educativo que actualmente ostenta ese museo se cumplió a
la perfección: quienes ahí asistimos reflexionamos en torno a los discursos de
odio e intolerancia.
El mismo efecto provoca el Monumento al holocausto,
que se encuentra en Berlín. Se trata de un terreno amplio en el que se
encuentran situadas 2711 losas de hormigón de diferentes tamaños. Caminamos
entre ellas en una atmósfera que busca representar la incomodidad y confusión
que la época nazi desencadenó en la comunidad judía europea.
También recuerdo un par de cementerios hermosos en la
Ciudad de Buenos Aires: Chacarita y Recoleta. He de confesar que acudí al
primero buscando la tumba de Gustavo Cerati, acaecido tres meses antes de mi
visita y sepultado ahí.
Tardé más de lo previsto. Me perdí en un lugar único
donde los bonarenses rinden culto a insignes personajes de la vida argentina y
sudamericana, como a Carlos Gardel. Su tumba, es un centro de veneración en sí
mismo, demuestra que sus fans cada vez son más y le quieren bien.
El mausoleo gardeliano se pierden en las calles
fúnebres de trazo impecable que dan una apariencia ordenada a la última morada
que alberga a personas ilustres y queridas, a personajes de diversos sectores
sociales, así como a militares de la época más oscura del cono sur.
Recoleta, un monumento de punta a punta, se encuentra
ubicado en uno de los barrios más lujosos de la capital argentina. Acudí ahí en
busca de Eva Perón. “Volveré y seré millones”, sentencia una leyenda en la
edificación en donde están depositados sus restos mortales.
Estela Casados/Foto |
Es inspirador observar en diferentes partes del mundo,
aquellos sitios que albergan la memoria de personas que vivieron en un momento
histórico que les permitió destacar en beneficio o detrimento de sus
compatriotas.
En Xalapa, concretamente en el Panteón 5 de febrero,
se encuentran sepulcros que hacen gala de diferentes estilos arquitectónicos en
donde están depositados los restos de personajes cuya vida y obra tuvieron
impacto innegable en nuestra ciudad, en la entidad y en el país.
Mariana Sayago, Antonio María de Rivera, Enrique C.
Rébsamen, Sebastián Camacho, los Mártires del 28 de agosto, además de quien le
da nombre a la capital del estado: Juan de la Luz Enríquez. Sí, por él la
ciudad fue nombrada como Xalapa Enríquez.
Incluso, el cuerpo incorrupto de Monseñor Rafael
Guizar y Valencia, el santo más venerado en la ciudad y sus al rededores, estuvo
alguna vez ahí. Una hermosa tumba en el Panteón 5 de febrero da testimonio del
hecho.
Se trata de un monumento histórico por demás
descuidado, con tumbas a las que ni el tiempo ni el olvido gubernamental les ha
arrebatado hermosura. La barda que le circunda, otrora imponente, luce
descarapelada, rodeada por banquetas plagadas de basura.
Hace unas noches, mientras descendía de un taxi en
una calle cercana al lugar, escuché “gritos terroríficos” salir del panteón.
Recordé con tristeza que se están llevando a cabo “Recorridos históricos
nocturnos”, mientras veía iluminado el magnífico monumento mortuorio de Juan de
la Luz Enríquez, de un color morado, bastante fuera de lugar.
Me apena que nuestro monumento histórico sea ocupado
como “casa de espantos”. La imagen que ahí se proyecta es de una vulgaridad
terrible. De una profunda falta de respeto a las personas ilustres que ahí
descansan. ¿Habrá algún fin pedagógico en ello?
Al parecer, vivimos en ciudades distintas.
Excelente texto, sin duda alguna creo que la concepción que tenemos respecto a los ritos mortuorios y a la historia que hay en ellos, acrecienta la risible idiosincrasia del México moderno.
ResponderEliminarMe agrada el tema expuesto, ya que es el mismo que expongo en mi tesina de licenciatura: “sociología de la muerte o del morir”; aun no defino el título, ha resultado un tanto complicado recabar información, existe n contados autores y nula teoría, curiosa contradicción, considerando el amplio bagaje que hay en la antropología, y otras ciencias sociales. Espero algún día podamos conversar acerca del último rito dela vida.
Saludos cordiales.