Ojo de Gato: Miguel
Guillermo
Manzano
El 6 de julio de 2014 antes de las 9:00
horas recibí la llamada de Nora: Miguel ha muerto. No asimilé la noticia, no la asimilo aún, por
eso el amigo y maestro sigue presente en mi vida. La ausencia no es sinónimo de olvido y por
eso apenas hoy, puedo y quiero escribir sobre el ´Gachupas cabrón’.
Conocí
a Miguel Ángel Quijada Soto (14/feb/45-6/jul/14)) a principios de 1995. Eran
tiempos en que los reporteros íbamos a comentar el día al bar del Salmones, a
Las Palomas y al Bar México. Eran tiempos de bohemia, tinta y pasión. En una de
esas tardes lo conocí. Lo que vino después fue compartir vida, cigarros,
cervezas, ideas, pero sobre todo, ganas por celebrar la vida cada día.
De
lo que escribí en la sala de velación hace un año, se queda en mis libretas. De
lo que escribí para él la primera vez todavía lo recuerdo: ‘con el nierika en
el corazón y el venado azul en el alma…’, fueron las primeras palabras que hice
y que generosamente las utilizó en su catalogo para la exposición sobre los
Huicholes y con la que celebraba sus primeros 50 años de vida.
Después
vinieron los lunes en la Casona con Héctor, Ian y Ernesto. Días de locuras en
las que hablamos de todo y de nada. Eran días de celebración, porque con Miguel
cada día lo celebraba, aprendía, aprendíamos.
El
tiempo me llevó a realizar actividades en las que me era imposible seguir
viéndolo. Pero siempre que lo necesité estuvo conmigo. Así llegó a la fiesta de
los tres años de mi Nierika. En un rincón, él veía cómo Tizania aporreaba la
piñata mientras fumaba su casi eterno
‘Montana’.
Así
acudió cuando hicimos ‘horas extra’ y puntualmente nos hacía llegar sus
colaboraciones en lo que fue el primer
periódico gratuito de Veracruz y que después un bandolero se robó el lema: el
periódico que no se vende.
Los
últimos años poco lo ví. Pero aún pudimos estar con él los últimos meses. Le
‘presumí’ la playera que mi pareja me trajo de Toledo, la tierra natal de Miguel. Pude leer su último
texto que me dio, una novela que le faltó afinar para su publicación. Pude ver
sus últimas pinturas. Pude escuchar su voz y fumarnos más de un cigarro.
En
enero del año pasado me habló y me informó de algo privado que no puedo
difundir. Era apenas el segundo día del año. Después estuvimos en su casa
varios amigos tras la marcha de protesta por el asesinato del periodista Moisés
Sánchez. Fue, es y será un anfitrión inolvidable.
Miguel,
tardé un año en hacer tu nota necrológica. Y, para llevarte la contraria –como
siempre lo hice- todavía tardaré muchos años más, porque para mí no has muerto
y este texto es para celebrarte, porque sigues presente en mi vida con tus
cuadros que están en casa, en tus palabras que aún escucho, con tus consejos,
en la amistad con Nora y Tizania y en
tus otros hijos.
Sé
y estoy seguro que aún sigues fumando, que sigues con tus brandis y que crees
que sigo fumando Delicados sin filtro. Pero sobre todo Miguel, sé que allá
estaremos de nueva cuenta juntos para comentar y discutir esa plática pendiente
del ‘Erotikón’, tus aventuras juveniles en Toledo.
Viejo.
Amigo. Maestro, hace un año…
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