Ojo de Gato: el pecado de Denise

Guillermo Manzano


La semana pasada la académica, activista, politóloga y colaboradora de diversos medios informativos Denise Dresser fue víctima de una andanada de descalificaciones, injurias y bajezas por parte de simpatizantes y seguidores del dueño de Morena. La causa: decir que él no era de izquierda.
    La intolerancia mostrada y la campaña orquestada sólo es comparable a la que realizan los gobiernos constitucionales contra la prensa incomoda. Veracruz es tierra regada con sangre por la censura oficial. Por supuesto, quién ordena nunca da la cara, para eso están los esbirros. Lo mismo le pasó a Dresser.
    El problema de fondo es la falta de respeto a la libertad de disentir con la opinión de quienes se creen intocables y perfectos. El problema es el fanatismo de algunas personas que viven su cruzada personal. El problema es la memoria famélica que tenemos como sociedad y de la que los políticos se benefician.
    No se trata de defender a una persona (que no le hace falta porque ella se defiende sola), se trata de defendernos de la intolerancia venga de donde venga. No podemos minimizar los aportes a la discusión pública que hacen quienes tienen algo que aportar. Se debe privilegiar la discusión sobre la descalificación. Desafortunadamente, somos una sociedad que, en lo general, tendemos a descalificar el trabajo de los demás.
    No puedo dejar de pensar en la novela de Orwell (Rebelión en la granja) o en la de Leonardo Padura (El hombre que amaba a los perros) al ver la ‘campañita’ contra Dresser.

    Sé que sólo es una ‘probadita’ de lo que son capaces de hacer contra quien ose cuestionar lo dicho por quien cree tener la verdad en este país. Este tipo de acciones busca inhibir la crítica y la discusión. Busca hacer una sociedad que sólo vea buenos y malos. Honestos y corruptos. O conmigo o contra mí. Eso buscan y se debe impedir.
    Se debe condenar todo intento de censura, todo linchamiento público contra cualquier persona. Por el contrario, debemos alentar que todas y todos nos den a conocer lo que piensan, lo que creen, sus propuestas e intentos de solución a los problemas que vivimos en el país.
    El espejismo electoral que tenemos en México no es la vía para resolver nuestros problemas, aunque algunos consideren lo contrario. Se respeta. No pasa nada. Sólo nos alientan a insistir con propuestas e ideas, pero no con descalificaciones ni condenas.
     Si permitimos que ‘la mayoría’ calle una voz, labramos un futuro en silencio. Todas las voces, todas las ideas, todas las personas tienen el mismo derecho de expresarse. Y eso es lo que se debe defender.
    Me queda claro que no toda oposición es buena como no todos los gobiernos son malos. Me queda claro que, como humanos, somos imperfectos pero buscamos la perfección cotidiana en nuestras actividades. Las opiniones únicas sólo sirven para gobiernos unipersonales no para sociedades que buscan cohabitar en una democracia.

    Ojalá que lo sucedido la semana pasada nos lleve a una reflexión profunda, amplia y personal sobre lo que realmente queremos construir en este país. Quizá eso nos permita ubicarnos en el lado que nos corresponde: el de las libertades o el de la intolerancia. ¿Usted dónde se ubica?

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