Ojo de Gato: Censura
Guillermo
Manzano
Lamentable vivir en una entidad en la que
no gozamos los derechos universales. Peor aún, donde reprimen y matan a quienes
disienten. No hay respeto por la vida. Menos por la dignidad de las personas.
Tenemos un fascismo tropical. No tengo duda.
El
periódico digital sinEmbargo.mx registra los datos de la organización no
gubernamental Artículo 19:
“Desde 2010, año en que Javier Duarte de Ochoa llegó al poder,
y hasta este inicio de 2015 en Veracruz se han documentado 140 agresiones a
periodistas, incluidas 53 agresiones físicas, 21 detenciones arbitrarias, 10
asesinatos, 18 amenazas y 15 actos de intimidación o presión, seis
desplazamientos forzados, cuatro desapariciones y tres secuestros.”
Pero no sólo de los poderes públicos y
metaconstitucionales se tiene que cuidar el reportero crítico. También de
‘compañeros’ que cobran y viven del chayote. Es decir, del dinero público que
los gobiernos le regalan a cambio de callar o hablar bien.
¿De qué vive un columnista local? ¿En cuanto
vende su trabajo a los medios donde publica? ¿El Sistema de Administración
Tributaria coteja sus ingresos con sus egresos?
Por supuesto que no. Basta leer un periódico
y una columna para evitarse perder el tiempo con el resto. De hecho, muchos de
ellos insertan ‘comentarios’ que desde las mismas oficinas gubernamentales les
mandan y que hacen pasar como propios.
Los peores ejercen jefaturas de prensa y
cargos directivos en algunos periódicos. Son juez y parte. Vamos, dicen que para no perder la
costumbre también se autochayotean.
El caso es que no hay visos de cambio en el
corto y mediano plazo. Los que hoy ejercen una crítica visceral son los que
cobraban ayer con Fidel Herrera. Los becarios en el extranjero. Los prósperos
empresarios mediáticos que ya no maman del presupuesto.
Políticos y periodistas apuestan por la
flaca memoria de la sociedad. Son capaces de alabar lo que ayer denostaban. No
tienen vergüenza y menos madre. Dime a quién criticas y te diré donde cobras.
Una opción ha sido el uso de las redes
sociales. Claro, con sus múltiples riesgos. Pero sólo es una herramienta de las
muchas que podemos utilizar para aproximarnos a las realidades. No para conocer
la verdad. Cosas diferentes.
Parte del costal de las desgracias que
cargamos desde tiempos pasados es la falta de rigor periodístico. De hecho,
ahora hay más periódicos y una sola información: la del gobernador. Hay más
periodistas pero menos periodismo.
Hay excepciones. Claro y son contadas. En
sus escritos reflejan lo que son. Muestran en cada letra su compromiso con
ellos mismos. Es decir, sin traicionar principios ni objetivos.
¿Nombres? Para qué. Cada quién sus filias y
sus fobias. Lo importante es que no todo está perdido. Hay que reconstruir
prácticamente todo, pero hay memoria, hay compromiso y hay trabajo. No se parte
de cero.
El número de reporteros agredidos y
asesinados sería suficiente para que las empresas periodísticas rompieran
tratos con el gobierno. Pero a los empresarios les interesa el dinero, no el
periodismo. Menos sus trabajadores.
El optimismo no debe abandonarnos. Pero ser
optimista no es sinónimo de ser un menso alegre. Que eso quede claro.
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