A mis 26..


Tatiana Díaz

cuando era niña jugaba con mis tres amigas de la calle a adivinar con quien y a qué edad nos casaríamos, así como la cantidad de hijos que tendríamos. En un cuadro se ponía tres líneas en cada uno de sus lados. En tres de ellas escribíamos nombres de varón, en otro tres números la posible cantidad de hijos a tener, luego el lugar y el tipo de casa en la que viviríamos. Finalmente dentro del cuadro ponías la edad en la que querías casarte y según el número, se contaban las líneas y se iban tachando las posibilidades hasta quedarte con una opción de cada cosa.
Ahora me da risa recordar que como buenas princesas que nos enseñaban que teníamos que ser, sí, esas que tienes que esperar el rescate de su príncipe azul para luego vivir felices por siempre, poníamos como opción de hogar un castillo (agregue suspiros aquí y ojitos pispiretos-soñadores).
Revivo las imágenes y las sensaciones que en lo personal sentía al tener que decidir e imaginar la edad adecuada para casarme o la edad en la que quería hacerlo. Desde pequeña, en el fondo de mí aparecía un deseo por no casarme joven pero mi entorno no me permitía pensar en poder llegar a los treinta soltera y sin hijos, pues eso equivalía a estar destinada a “vestir santos”, a quedarte sola. El miedo a la soledad lo ha tenido, tenemos y tendrán siempre mujeres y hombres. Así que sintiéndome muy “osada”, “atrevida” y nada complacida con el número, ponía en el cuadro que me casaría a los veintiséis.
Hoy no creo en príncipes, creo en hombres, en personas con virtudes y defectos, con errores y aciertos.
No quiero ser una princesa de cuento, quiero ser la guerrera que combata batallas, mis batallas. Sé que no necesito de alguien que me “rescate”, porque no soy débil.
No espero a que alguien le dé “sentido a mi vida”, eso lo hago yo.
Guillermo Manzano/foto

Hoy veo el mundo diferente. Sé que una mujer no está condicionada a hacer su vida con alguien del sexo masculino. Que si se le da la gana puede compartir su vida al lado de otra mujer.
¿Hijos? ¿Por qué nos llenan la cabeza desde niñas con que tenemos que tener hijos?, ¿Y qué tal si no quiero tenerlos?
Hoy sé que mi realización como mujer no radica en mi estado civil ni en si tengo familia o no. Yo valgo por lo que soy.
A estas alturas soy la única soltera y sin hijos tanto por parte de la familia paterna como materna. ¿Esas amigas con las que jugaba? Ellas ya están casadas o tienen hijos. Me pregunto qué sentían o pensaban ellas mientras imaginábamos nuestro futuro.
Hace unos días se cumplió la fecha pensada. Ya pasé el cuarto de siglo y sé que la vida no es como me dijeron o yo creí que tenía que ser, es mucho mejor porque sé que tengo el poder de decidir sobre mi destino y que puedo ser feliz haciendo las cosas diferentes. A esto llegué un día, simplemente preguntándome qué había más allá de ese pequeño cuadro y soy feliz con esos caminos diferentes que he tomado.


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