Ojo de Gato: No me quiero acostumbrar


Guillermo Manzano

La noche del 5 de mayo escuché detonaciones. Una ráfaga y después tres disparos, seguidos pero con pausa. Leía con la ventana abierta de la recamara. Reaccioné como dicen que dicen los manuales de supervivencia. Como veo en las películas: al suelo y arrastrándome para alejarme de la ventana. Salí de la habitación y busqué a mi hija. Ambos sorprendidos. Con temor. Hace menos de un mes, a 50 metros de casa, hirieron a dos personas con arma de fuego. Lo comentamos y nos callamos. Diez o 15 minutos de espera. Ningún ruido extraño. Silencio. Un silencio pesado, molesto, jodido…
    20 minutos después de las 10 de la noche, hora de los balazos, llegaron policías estatales. En silencio y con las torretas apagadas. Raro, porque siempre andan con ellas encendidas aun en el día. Cuatro elementos en motocicleta. Seis camionetas, dos de ellas con personal en la parte posterior. Armados y con pasamontañas. Silencio. Así como pasaron se regresaron. Nadie se bajó a inspeccionar. Los vehículos se fueron. Sus tripulantes mudos, a la expectativa. Callados.
    Le dije a mi hija que no temiera, que en casa estábamos seguros. Me respondió que estaba tranquila. Regresé a la recamara y cerré la ventana. En algún momento escribí en ‘mi muro’ de Facebook: ‘otra balacera por casa, pero aquí no pasa nada en esta ciudad… PKM!’. Algunos ‘contactos’ me enviaron mensajes, me preguntaban dónde y qué había pasado. Recibí un par de llamadas telefónicas. Todo bien, ya pasó; decía a mis interlocutores. Revisé portales de noticias para saber más de lo que escucharon mis oídos. Nada. Leo una nota sobre un enfrentamiento ocurrido al mediodía y con saldo de cuatro muertos. Imagino el lugar y trazo una línea en mi mente. Calculo cuatro kilómetros de distancia. Cerca de casa.

Foto tomada de internet

    Un alumno escribe en ‘mi estado’: ‘en mi casa matan cada 3 o 4 días profe (sic)’. Pareciera que la violencia y muerte ya es normal en la ciudad, situaciones que son parte de la cotidianidad. Pero no. No es normal y debemos evitar verlo así. Porque en el momento en que lo hagamos perderemos la esperanza y viviremos con temor. No debemos negar nuestras realidades pero estas no deben ser nuestra verdad. Ellos, los que gobiernan y los que matan, quieren que así sea, pero nosotros no.
    Estamos solos. Lo sé. No tenemos gobierno que nos proteja. No tenemos seguridad en las calles. Pero aquí vivimos y aquí nos quedamos.
    Por la mañana del martes reviso las noticias. Nada. Un portal de información oficiosa consigna: ’22:55 NO SE COMPROBÓ LA VERSIÓN DE DISPAROS EN LA COLONIA FERROCARRILERA. A esta hora del recorrido no hay señales de movilización’. En menos de 120 minutos quitaron la ‘información’.
    Esta no es la Xalapa que quiero. En la que crecí y vivo. No merecemos lo que los gobiernos han hecho de nuestro espacio vital. No me quiero acostumbrar a vivir así. No quiero y no lo quiero para mis hijos. Los gobernantes se van del estado. Ninguno vive aquí y menos en Xalapa. Llegan, roban y se van. Pero nosotros nos quedamos y con nosotros nuestras familias.

    

Comentarios

Entradas populares