Ojo de Gato: Creo que nos equivocamos


Guillermo Manzano


Hace 30 o 40 años, en México, diversos grupos optaron por la vía armada para derrocar al gobierno. Se denunciaba la corrupción y la falta de libertades políticas y ciudadanas. Los planteamientos eran honestos, algunos ingenuos (visto a la distancia del tiempo) pero decían verdades y mostraban realidades. Muy pocos fueron los que acudieron
a esos llamados. Por lo general se sumaron gente joven y del campo.
     En 1994 la presencia pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) avivó de nuevo la esperanza. Ahora sí, pensábamos algunos, la gente se va a organizar para derrocar al mal gobierno. 20 años después, los zapatistas siguen con su lucha y cada vez hay menos apoyo de la sociedad civil.
     En todos estos años no han cambiado el estado de las cosas. Sigue la corrupción y se elevó a rango constitucional el impedimento a las y los ciudadanos de sus derechos políticos. Desde 2007 sólo se puede acceder a la representación popular mediante los partidos con registro.
     Las últimas reformas del actual gobierno federal son más clavos que nuestro ataúd recibe. Nadie se mueve. No hay protestas generalizadas, no hay una exigencia para que el gobierno muestre respeto a quienes dice representar. No hay un ya basta, un hasta aquí. Nada. No pasa nada. Si acaso algunos sectores que son directamente involucrados, como es el caso del magisterio. Pero no protestan todos, sólo unos cuantos. Parece que a este pueblo, a esta sociedad, a esta gente no le interesa nada. Hagan lo que gana los gobiernos, la inmovilidad social y el mutis son la regla. Bueno, eso parece.

Foto tomada de internet

     Porque en las últimas semanas hemos sido testigos de cómo la gente se arma y se defiende. Mata y mueren. Pero no pelean por derrocar a un gobierno, por cambiar el modelo económico, por instaurar un nuevo Estado. No. Ellos y ellas pelean por su tranquilidad, por su familia, por su gente y por sus bienes. Han mostrado que tienen el poder y dejan al Estado la autoridad.
     La ineptitud y complicidad de los gobiernos con los grupos criminales hizo lo que nadie había logrado en muchos años: que la gente se armara para defenderse.
     Hoy, en muchos rincones del país la gente sigue el ejemplo de Michoacán, Guerrero y Tamaulipas. En barrios, colonias, poblados chicos y medianos las personas se organizan, se juntan y se defienden.
     Los políticos no saben qué hacer y montan escenografías burdas para ocultar la realidad. Dictan comunicados que la prensa aliada difunde. Niegan lo que todas y todos sabemos. Lo contradictorio: dicen que vivimos en paz y ellos nunca salen a las calles solos, tienen que ir con su veintena de guaruras para sentirse seguros.
     La gente está armada y no busca el poder. Esa es su fortaleza porque no pueden ser corrompidos como los dizque opositores. Esos que maman millones de pesos del erario. Porque los gobiernos no pueden, porque no saben negociar con ellos. A estos grupos armados no se les puede ofrecer dádivas, cargos públicos o dinero en efectivo. Porque ellos y ellas se defienden con lo único que les queda: la dignidad.
     Si esto lo hubiéramos sabido hace años es posible que nuestro caminos fuera otro. Creo que nos equivocamos y nos perdimos en el laberinto de la realidad.


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