El piropo o el arte de galantear...*
Guillermo
Manzano
Ubicado en
la lírica popular, el piropo traspasa los ocho siglos de existencia en la
lengua española. Forma y modo de halago. Palabras con intención lúdica, sensual
y sexual. Su propia etimología nos remite a su esencia: pyr= fuego ops= rostro;
algo así como encender las mejillas.
El piropo
es la forma sutil de expresar el deseo. El éxito se logra si el interlocutor lo
acepta. Doble lenguaje. Código secreto. Adiós
flor de orgullo, todo lo que tengo es tuyo. La connotación encierra algo
más de lo que se expresa.
Esta
galantería verbal puede ser tan antigua como la propia civilización. La
instauración de las religiones monoteístas, fundamentalmente la cristiana,
prohíbe el amor carnal. Quizá por eso, la gente empieza a ocultar sus
verdaderos deseos.
En el libro
El amante completo (Derek y Julia
Parker) se plantea: “Durante el siglo XII, por ejemplo, se elaboraron
complicadas convenciones de galantería.
De repente (quizá debido al hecho de que gran número de caballeros se fueron a
las Cruzadas dejando a sus damas en corsé
y cinturones de castidad, solas en las altas pero accesibles torres de sus
castillos rodeados con fosos), la mujer se convirtió en un ser infinitamente
deseable y extrañamente inasequible”.
Un ejemplo
popular de la galantería verbal, nos lo da José Zorrilla con su inmortal Don Juan Tenorio. Referente obligado de
todo conquistador del amor. Los galanteos e insistencia del célebre amante,
tienen su éxito en la novicia. Pudo más la esgrima verbal del hombre, que el
llamado a servir a Dios.
Los
personajes de Don Juan y Doña Inés, son parte de nuestra cultura popular hoy
día.
Claro que
no hay que ser poeta para decir un piropo. Aunque los antecedentes los
encontramos desde los orígenes de nuestra lengua. Para el ex director de la
facultad de Letras de la Universidad Veracruzana, José Luis Martínez Morales, “El
piropo se inserta en la lírica, pero desde la perspectiva popular. En lengua
española lo podemos ubicar prácticamente desde el romancero, estamos hablando
del Siglo XVIII desde el Mío Cid, que en términos de lengua española es nuestra
primera gran obra configurada como tal. Ahí ya hay ciertos elogios a la mujer,
dichas con un sesgo que algunos siglos más tarde van a constituir el piropo”.
El cantar
del Mío Cid, según el texto Los mil un
años de la lengua española, se compuso aproximadamente en 1140. Antes de
él, sin duda hubo otros cantares que no han llegado a nuestros días porque eran
eso, sólo cantares, relatos versificados que los juglares elaboraban y cantaban ante el público. Guardados en la
memoria, hasta que en el siglo XVIII fueron prosificados por cronistas que los
tomaron como auténticos documentos históricos.
Es decir,
que el antecedente más remoto del piropo en nuestra lengua, data de más de ocho
siglos atrás. Su evolución ha sido acorde con el de la lengua. Si bien mantiene
algunos elementos como el de versificar el dicho, también hay algunos que
rompen esta regla.
Esta forma
de galanteo poco a poco tiende a desaparecer. Pocos lo practican, quizá debido
a las nuevas formas de enamorarse entre jóvenes y adultos. Algunos lo
consideran cursi. Algunas no le ponen
atención, debido a que algunos pueden resultar ofensivos.
En este
sentido, se confunde al piropo con la ofensa. José Luis Martínez comenta:
“El piropo
bien empleado y bien dicho puede crear un efecto positivo. Si se dice mal o con
una intencionalidad no conveniente, puede crear el efecto contrario. Hay que
recordar que son prácticas de seducción.
En nuestro tiempo a veces resulta difícil marcar las distancias entre el piropo
y el albur, donde se ha dado una transformación en la oralidad con fines de
seducción”.
Y es que no
es lo mismo: Si no supiera que los
ángeles están en el cielo, juraría que tú eres uno de ellos. A exclamar: Adiós bizcochito. Por decir lo menos.
Un mínimo sondeo entre jóvenes universitarios, reflejan la poca práctica de decir piropos. Para Jorge Rodríguez, resulta algo anacrónico. “Si salgo con eso, las chavas se reirían de mí. Eso ya no se usa. Creo que hay otras formas para llegarles”.
Un mínimo sondeo entre jóvenes universitarios, reflejan la poca práctica de decir piropos. Para Jorge Rodríguez, resulta algo anacrónico. “Si salgo con eso, las chavas se reirían de mí. Eso ya no se usa. Creo que hay otras formas para llegarles”.
Mariana
Guzmán estudia el bachillerato. Su experiencia con los piropos no ha sido
agradable. La constante son palabras altisonantes. Empero, siempre valora una
palabra amable, un halago. “Cuando camino por la calle nunca falta un barbaján.
Te dicen cualquier cantidad de estupideces. Si las piernas, si las pompas, que
quieren eso o aquello. La verdad no me gusta. Por lo general camino con la
vista hacia abajo. A algunas compañeras luego les va peor, se les repegan en el camión. No te creas que sólo
son jóvenes. Muchos viejos andan por ahí diciéndote de cosas. O te miran de una
forma que… En fin. Claro que también luego los amigos te dicen que te queda
bien tal o cual ropa. O si te cambias de peinado o te cortas el cabello. Eso me
gusta. Nunca me han dicho un piropo. Siempre puras majaderías”.
Similar
situación expone Alicia Ramírez. Ella trabaja como secretaria en una
dependencia pública. “Por mi trabajo suelo arreglarme
bien. El problema es que ya no existe respeto para nosotras. Tanto jóvenes como
viejos son iguales. Te dicen cada cosa. Peor te va si pasas junto a un grupo de
hombres. En bolita te dicen de todo. Solos no tanto, aunque siempre hay uno que
se pasa. Unos hasta con la mirada te ofenden. Aunque también hay señores que
saben decir bien las cosas. Quizá porque llegan a la oficina. Siempre te
chulean algo. Es agradable. Sobre todo cuando es con respeto. Yo no me espanto de
que alguien te diga un piropo, el problema es cuando te ofenden. ¿Por qué? Sólo
por ser mujer “.
Varios más
fueron cuestionados. La respuesta fue similar. Por lo menos en Xalapa, el
piropo pareciese estar en peligro de extinción.
El maestro
Martínez Morales dice al respecto, “no podemos negar que hay una
intencionalidad sexualizada, sólo que dicha con elegancia. Hay una retórica del
piropo, donde la formulación tiene que ser por lo regular en verso. Allí está
otro aspecto de la naturaleza lírica donde tiene que crear un efecto de
sorpresa, por eso es que aparece lo lúdico,
porque tiene que ser agradablemente chistoso”.
Aunque
parezca una situación frívola, existen actualmente estudios académicos de la
literatura popular y lírica. Espacio donde se ubica el piropo, como forma de
expresión llana. El Colegio de Michoacán tiene en sus programas de postgrado
maestrías de este tipo de literatura. El maestro Herón Pérez Martínez cuenta
con un extenso y profundo estudio sobre los refranes. En dicho trabajo, le
dedica un espacio al estudio de los piropos.
Asimismo,
la Universidad nacional Autónoma de México (UNAM), edita una revista dedicada a la literatura popular. Este tipo de
expresiones, ha llamado la atención de académicos e investigadores, quienes en
los últimos 15 años se han dedicado a su estudio.
La lírica
popular es la esencia del pensamiento de una sociedad. Una forma de expresar su
sentir sobre determinado momento histórico. Refranes, chistes, albures,
sentencias, proverbios, aforismos, máximas y piropos son parte de la memoria
colectiva.
No importa
el estrato económico, social y cultural. Casi todos alguna vez, por lo menos,
han dicho o recibido un piropo. Sin embargo, según José Luis Martínez, son los
sectores menos favorecidos económicamente los que ejercen esta práctica de
manera habitual.
De esta
manera, la galantería verbal que originalmente se practicaba en las cortes,
paulatinamente llegó a las masas. O quizá volvió a sus orígenes. Vale la pena
recordar el viejo refrán: A la mujer se
le enamora por lo oídos. Basta recorrer la historia y la mitología, donde
incluso el propio Zeus tuvo que convertirse en hormiga para convencer de su
amor a la pequeña clítoris, una esquiva mujer de la época.
En nuestro
estado la lírica popular es inagotable. Principalmente la musical. Soneros y
bailadores han recibido espacio y apoyo para preservar la tradición. Pero, poco
caso se le ha hecho a esta forma verbal de expresión. Misma que por su esencia,
encierra también parte de la sabiduría colectiva. Pero sobre todo, una forma de
hacer el amor.
*Trabajo publicado en enero de 2005 en el diario Milenio-El Portal
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