A Pie de Calle: Mudanza




Guillermo Manzano



Mudarse de casa implica algo más que un cambio de espacio físico. Es dejar un poco de vida en un lugar. Ciertos olores y sabores que no se vuelven a repetir.

Se quedan amores y desamores y alegrías y rencores y espasmos y sexo y cansancio. Los cuadros cambian de lugar y ‘su’ pared ya no es la misma. Se tiran cosas que traen recuerdos que se quieren olvidar pero que van impregnados en la piel. Se desechan ilusiones que se forjaron y que no superaron la prueba del tiempo y la distancia.

Se queda una planta que no tuvo lugar y los cristales de un jarrón roto. Se quedan los vecinos que ya nunca más volverán ser los mismos. La señora de la esquina, la empleada de la tienda, el vigilante del supermercado, el perro que aúlla cada vez que escucha una sirena o al camión repartidor de gas.

Se queda la gata que retozaba en la azotea y los tendederos vacíos. Se queda el polvo que nunca se quitó porque era huella de un amor ido. Se quedan las recamaras vacías y el llanto que una noche con luna llena provocó.

    Se queda una parte de la vida que alguna vez pensamos era importante. Se quedan las gotas de lluvia en el cristal de la ventana y que el sol no evapora porque sabe que son lagrimas derramadas en un silencio que carcome las entrañas. Se queda una casa vacía sin muebles ni voces que alguna vez llenaron el espacio.
Foto: Guillermo Manzano

    Mudarse no sólo es cambiar de un espacio físico.

Pero con todo ese pasado que hoy dejo me llevo mis ganas de vivir. Forjo nuevas ilusiones y esperanza de un cambio que a ciencia cierta no sé a donde me llevará.

Nadie duerme dos veces en la misma cama. Cierto. Porque este cuerpo se reinventa cada noche. Se descubre flexible, sudoroso, con fluidos que dan cuenta que la vida sigue, aunque ya no se esté en la misma casa.

    Mudarse es rencontrase y descubrir que uno sólo es parte del otro y eso basta para saber que no vivía en una rueda, sino que estuve demasiado tiempo en el centro de una espiral ascendente.

Mudo mis dientes y mi ropa. Pero también mudo mi cuerpo para que sea uno nuevo, dialéctico, mordaz, irónico, leve, transformado…

Mudarse es algo serio. Salida y llegada en una sola línea. Por eso a veces sólo hago mudanzas internas, porque así todo tiene un lugar en cada estación y en cada andén.

Quemo mis naves pero no mi memoria.

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