El silencio de los universitarios (Guillermo Manzano)
Ha pasado una semana desde que la Universidad Veracruzana (UV) otorgó el grado de doctor en derecho público a Fidel Herrera. Nadie ha dicho nada sobre la nueva y quizá última burla de la fidelidad. Todos los ordenamientos y normatividades de la UV sirvieron para que Fidel se limpiara el trasero. Que los universitarios se queden con el residuo. Parece que eso les gusta y por eso se agachan. Todo antes que ofender al sátrapa tropical. Los privilegios lo valen.
Esperé que los investigadores sociales cuestionaran al rector (no merece la mayúscula) por haber permitido tal atropello. Que los académicos publicaran el clásico ‘los abajo firmantes’. Que los radicales del feisbuk y tuiter lanzaran consignas incendiarias en contra del atropello. Que los organizadores de marchas de cualquier cosa convocarán a una (del Monumento a la Madre a la Plaza Lerdo). Que los intelectuales, artistas, interpretes y creadores se manifestarán públicamente por el agravio. Que la Junta de Gobierno llamara a cuentas al claustro del Instituto de Investigaciones Jurídicas por avalar semejante trapacería. Nada. El silencio y el confort ganaron. La dignidad pasó de moda. Las generalizaciones en la política, pedorrearse de los diputados, reírse de Felipe Calderón, es más heroico para los universitarios que molestar al poder local. Es más cómodo sumir la cabeza en la letrina que contradecir al ínclito Raúl Arias. Las bacanales valen más que la legalidad e institucionalidad.
El asunto no es menor. Cada año la UV impide la entrada de miles de jóvenes con el eterno pretexto de carencia de espacios. Cada año se aplican rigurosas evaluaciones a los aspirantes a cualquier posgrado. Cada año se ofertan diplomados, cursos, seminarios y un sinfín de eventos académicos con costo al asistente. ¿Cuánto le costó a Herrera su doctorado? ¿Cumplió el mínimo de requisitos para mantenerse como alumno? Es decir, asistencias, trabajos, participaciones, etcétera.
El servilismo lacayo de los universitarios permitió a Herrera cursar y acreditar una maestría y un doctorado en la UV al tiempo que decía gobernar Veracruz. Un superhombre y dechado en virtudes, dirán los ilustres investigadores universitarios.
Tenemos un problema de ética y moral pública. ¿Podrán las autoridades avalar, con documentación en mano, que Herrera cumplió todo lo establecido en la normatividad tal y como se exige a cualquier alumno? Por ejemplo, los porcentajes de asistencia, por decir lo menos. Lo dudo. Pero lo que no puedo dudar es que nunca, Arias y su camarilla den a conocer el historial académico del alumno Herrera en sus cursos de maestría y doctorado. Ellos hicieron que la ‘máxima casa de estudios’ (así, con minúsculas) sólo sea una mísera universidad patito.
No puedo quedarme callado ante el atropello del poder. Creí que otros saldrían a defender a su ‘alma mater’. Veo que no. Veo que prefieren el onanismo intelectual en la soledad del cubículo. El soliloquio diletante en el aula. El señalamiento con índice flamígero sin darse cuenta que tres dedos señalan al señalador.
Ni alumnos ni maestros. Ni autoridades ni trabajadores. La simulación y el rumor frustrante en corrillos es lo que prevalece en la UV. Hoy es así. Quien se sienta aludido, que bueno. Ese es mi objetivo. Quién muestre su oficio, carta privada o pública, solicitud de consejo académico o de consejo universitario para evaluar el daño moral y académico que provocó Herrera. Entonces ofrezco mi respeto.
Esperé que los investigadores sociales cuestionaran al rector (no merece la mayúscula) por haber permitido tal atropello. Que los académicos publicaran el clásico ‘los abajo firmantes’. Que los radicales del feisbuk y tuiter lanzaran consignas incendiarias en contra del atropello. Que los organizadores de marchas de cualquier cosa convocarán a una (del Monumento a la Madre a la Plaza Lerdo). Que los intelectuales, artistas, interpretes y creadores se manifestarán públicamente por el agravio. Que la Junta de Gobierno llamara a cuentas al claustro del Instituto de Investigaciones Jurídicas por avalar semejante trapacería. Nada. El silencio y el confort ganaron. La dignidad pasó de moda. Las generalizaciones en la política, pedorrearse de los diputados, reírse de Felipe Calderón, es más heroico para los universitarios que molestar al poder local. Es más cómodo sumir la cabeza en la letrina que contradecir al ínclito Raúl Arias. Las bacanales valen más que la legalidad e institucionalidad.
El asunto no es menor. Cada año la UV impide la entrada de miles de jóvenes con el eterno pretexto de carencia de espacios. Cada año se aplican rigurosas evaluaciones a los aspirantes a cualquier posgrado. Cada año se ofertan diplomados, cursos, seminarios y un sinfín de eventos académicos con costo al asistente. ¿Cuánto le costó a Herrera su doctorado? ¿Cumplió el mínimo de requisitos para mantenerse como alumno? Es decir, asistencias, trabajos, participaciones, etcétera.
El servilismo lacayo de los universitarios permitió a Herrera cursar y acreditar una maestría y un doctorado en la UV al tiempo que decía gobernar Veracruz. Un superhombre y dechado en virtudes, dirán los ilustres investigadores universitarios.
Tenemos un problema de ética y moral pública. ¿Podrán las autoridades avalar, con documentación en mano, que Herrera cumplió todo lo establecido en la normatividad tal y como se exige a cualquier alumno? Por ejemplo, los porcentajes de asistencia, por decir lo menos. Lo dudo. Pero lo que no puedo dudar es que nunca, Arias y su camarilla den a conocer el historial académico del alumno Herrera en sus cursos de maestría y doctorado. Ellos hicieron que la ‘máxima casa de estudios’ (así, con minúsculas) sólo sea una mísera universidad patito.
No puedo quedarme callado ante el atropello del poder. Creí que otros saldrían a defender a su ‘alma mater’. Veo que no. Veo que prefieren el onanismo intelectual en la soledad del cubículo. El soliloquio diletante en el aula. El señalamiento con índice flamígero sin darse cuenta que tres dedos señalan al señalador.
Ni alumnos ni maestros. Ni autoridades ni trabajadores. La simulación y el rumor frustrante en corrillos es lo que prevalece en la UV. Hoy es así. Quien se sienta aludido, que bueno. Ese es mi objetivo. Quién muestre su oficio, carta privada o pública, solicitud de consejo académico o de consejo universitario para evaluar el daño moral y académico que provocó Herrera. Entonces ofrezco mi respeto.
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