Calígula (Guillermo Manzano)

Calígula es la síntesis de los excesos del poder. Le bastaron seis años o menos –según la fuente que se consulte- para dejar su nombre en la historia. Desde entonces es referente para comparar los gobiernos y reinados subsecuentes.
Se dice que Calígula hizo senador o cónsul a Incitatus, su caballo favorito. De ahí que ya no extrañe que cualquier gobernante haga de su predilecto cualquier cosa. Por supuesto que la sumisión de los Senadores –ese cuerpo colegiado que aún persiste- permitió tal investidura. Desde entonces los llamados representantes del pueblo hacen lo que el sátrapa pide y exige.
El tiempo se detiene en el ejercicio del poder. Nada cambia. Las prácticas son las mismas. Sea monarquía, dictadura o democracia: el favorito tiene privilegios. La diferencia son los matices que se imprimen al ejercer el poder. Algo así como el estilo particular de gobernar.
Pero Calígula es único. Nadie lo iguala aunque muchos lo imiten. No puedo negar la influencia visual de la película (1979) que trata de aproximarnos a la vida de tan singular personaje. Porque eso es Calígula: persona y personaje. Por eso, quienes lo imitan no dejan de ser una mala copia, una pálida imagen de lo que es en verdad excederse en el poder.
La vulgarización es la causa que Calígula continúe en nosotros. Los vulgares creyeron que al imitarlo serían como él. Ilusos. Toda copia es mala. Para llegar al límite, hay que borrarlo. Hay que perfeccionarse hasta alcanzar la divinidad. No hay dioses buenos ni malos, sólo seres perfectos en lo que hacen. Y él encontró la perfección.
Nunca nadie más en la historia como Cayo Calígula. Promiscuo, incestuoso, iconoclasta, incierto, amado, odiado, dios, hombre, rey, todos en uno. Todas en uno. Eso nadie lo ha logrado. Aunque se crean como él. Aunque se burlen del parlamento, aunque hagan cónsules a sus jumentos. Los excesos son el camino para llegar a la perfección. Nadie como él para disfrutar y vivir en el exceso. Él es el exceso.
En la película citada, dirigida por Tinto Brass y protagonizada por Malcolm McDowell y Peter O’Toole, entre otros, Calígula mata su antecesor para hacerse del poder. Traiciona a quién lo ayuda en el magnicidio. Escoge a la mujer más promiscua de Roma para hacerla su esposa y cuyo parto y nacimiento de su hija, lo convierte en un espectáculo público. Teme a los cuervos y vive enamorado de su hermana. Prostituye a las mujeres de los senadores, en resumen: Calígula tiene una personalidad compleja que seduce y atrapa. Se le ama o se le odia. Por él se dejan matar o ceder a la esposa el día de la boda.
Muchos son los que han querido imitar en los hechos al César de los excesos. Feligreses del poder, olvidan lo efímero que éste perdura. Calígula gobernó hasta su muerte. Otros dejan de gobernar y se mueren. Esa es la venganza del romano. Los deja aproximarse, permite que los idolatren pero jamás deja que lo superen. Por el contrario, los hunde en el laberinto del placer y hace que se olviden del tiempo. Los engolosina con poder y luego se los quita. Los trata como a niños con un dulce, para reírse toda la eternidad de estos falsos Calígulas que creyeron que excederse es ejercer el poder y nunca supieron por donde les llegó el final.

Comentarios

  1. el problema es que se degusta del poder, pero el poder en sí es embreagador y eso llega a convertirlo en una droga que dificilmente se sabe controlar.. se neceita mucha humildad y sabiduria para manejar el verdadero poder... ese siempre fue su error!!! muy buen post!!

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