Promiscuidad urbana (Guillermo Manzano)
Xalapa es una ciudad promiscua. Vamos, le gusta el variopinto que sus habitantes delinean en sus calles, plazas, antros y espacios cerrados. Parece una estampa descrita por Serrat y su fiesta. Ricos y pobres, políticos y anarcos, emos y darketos, escritores y los que dicen que son, intelectuales y creadores, unos y otros, todos cabemos en este espacio reducido de montaña. Es una ciudad abierta pero cruel. No cualquiera vive y sobrevive entre la niebla, el humo y la cuesta de Bravo.
Su propia displicencia permite que cualquier individuo que tenga algo que aportar lo haga. Lo acoge y cobija como hijo propio. Incluso, su bonhomía es de tal calibre que hasta los parias que no hacen ni proponen ni descomponen son bien recibidos. Ejemplos sobran, cada quien conoce a su cada cual.
Ninguna ciudad en el oriente del país tiene la vida cultural, artística e intelectual como la que vive Xalapa. Pasiones que se confrontan alrededor de una mesa de café, de un bar o en casa, con una botella de por medio (¡por supuesto!). Estamos a muchos metros sobre el nivel del mal, por eso los ‘abajeños’ no soportan a los ‘montañeses. Je. Puro ardor.
Su ‘Noche de luna en Xalapa’, escrita por el chileno Juan S. Garrido es su referente obligado. Se dice que el cantautor vino una vez a amenizar el baile estudiantil de la Escuela Normal Veracruzana ‘Enrique C. Rébsamen’ (en su segunda sede, donde hoy se encuentran las instalaciones de las facultades de Economía y Geografía). La Normal daba en ese entonces la oportunidad de hospedaje a sus alumnos que no podían pagar pensión. Fue tan grato para Garrido el ambiente xalapeño que regresó más de un par de veces e incluso, se quedaba a dormir con los normalistas. Ahí, en ese viejo edificio de la Avenida Xalapa, fue donde surgió la famosa Noche de luna.
El teatro es una tradición. Mucho se habla de Manuel Montoro y Guillermo Barclay como impulsores del teatro universitario, pero no se hace justicia a los precursores del teatro popular xalapeño: los ferrocarrileros. Una historia pendiente para los investigadores y académicos. Un tema de tesis, si es que todavía saben hacer tesis en la Universidad Veracruzana.
Como se sabe, en 1958 la represión gubernamental contra Demetrio Vallejo y los rieleros fue cabrona. Se jodió la libertad de ideas. Pero lo que el gobierno nunca entendió (ni ha entendido) es que el arte permite reírnos de los hombres del poder sin que se den cuenta. Los trabajadores de ferrocarriles empezaron a hacer teatro, fue el vehículo ideal para crear conciencia entre ellos y la población. Los clásicos fueron representados donde fuera, en cualquier espacio y cualquier plaza. Hombres como Jorge Cortés, Enrique y Juan (el Duende) Espinoza, César Blancas y muchos más hicieron del quehacer artístico su vehículo político. Historia de la historia. Después, mucho después, y sin ser rielero, Alejandro Matus mostró su sensibilidad. Lo demás ya se conoce, es historia oficial.
Qué decir de la música. Desde aquel lejano 21 de agosto de 1929, cuando la Orquesta Sinfónica de Xalapa dio su primer concierto en el patio central de la Prepa Juárez, (y dar paso a los mitos y leyendas de Don Juan Herrera ‘Juanote) pasando por el jazz que llegó de Naolinco (¡abrooonnnn!), los trabajos de Miguel Vélez, Alberto de la Rosa y Mateo Oliva en la Normal para después irse a la Universidad Veracruzana. Después, en el rock llegó Timo de Campeche a dar un nuevo aire, la Huella y los Joao ya eran ‘versátiles’.
Punto especial son las publicaciones. Revistas y periódicos se reproducen como hongos tras la lluvia, prácticamente cada individuo es escritor o periodistas y publica sus textos. Por supuesto que La Palabra y el Hombre es la decana en este rubro. Pero hubo una época, no muy lejana, en que todos los periódicos locales tenían suplementos culturales o de jodida, una plana diaria. No había internet y quienes escribían realmente sabían lo que plasmaban. No como ahora con el boletín y términos comunes. No como ahora, que bajar de la ‘red’ es lo único que hacen para autodenominarse ‘periodistas culturales’. Mucha información y poco conocimiento.
Hoy pasan otras cosas, otras expresiones que los cronistas urbanos tendrán que registrar: a Yek, a Legom, los encuentros de Jazz, de danza, de teatro, nuevas caras, nuevos rostros que la historia oficial no tomará en cuenta. Habrá que encontrar juglares que registren lo cotidiano, ya no hay Tascas ahora hay antros. De cualquier forma, esta vieja y promiscua ciudad seguirá siendo la prostituta con la que muchos pierdan su virginidad intelectual.
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