Los huesos que cantan


Carmen Boullosa

jueves 15 de julio de 2010

El Universal


Una antigua balada inglesa cuenta la historia de dos hermanas, hijas del rey: la mayor es fea y sin gracia, la menor (bella y graciosa) es la dueña del corazón del hombre que las dos desean, Guillermo. Un día, las dos hermanas salen a pasear, pasan al lado de un molino de agua. La mayor, cuajada de envidia, empuja a su hermana al estanque del molinero.

Viéndose perdida, la bella le suplica: “Hermana, hermana, dame la mano, y te heredaré la mitad de mis tierras”. “Hermana -le contesta la fea-, mejor no te doy la mano, / y heredo todas tus tierras”. Sintiendo que se ahoga, la menor cambia de argumento: “Hermana, hermana, dame siquiera el guante, y Guillermo será tu amor”. Pero no conmueve el corazón de la primogénita: “Húndete, sin mano ni guante, y Guillermo será mi amor”.

Tiempo después, el molinero escucha una voz. Son los huesos que le hablan, pidiéndole vacíe la presa. Le avisa que hay en el fondo una sirena o un cisne, “tan blanco como la leche”. El molinero obedece la voz, y encuentra los restos de la ahogada, huesos, cabellos, joyas.

Con el esternón de la bella, un arpista fabrica su instrumento, usa por cuerdas los largos cabellos rubios que el molinero encontró en la presa seca. La música de su arpa es perturbadora y bella. Invitan al músico al palacio real. Frente al rey y la reina, el hueso canta la verdad: “yo soy tu hija”, y denuncia frente a la hermana el crimen. No en balde Antígona tenía tan en alto los huesos de su hermano.

Los Grimm y Ludwig Bechstein recopilaron historias similares. Dos hermanos varones quieren la mano de la bella hija del rey. Quien encuentre una flor roja silvestre en el bosque, será el dueño de su corazón y podrá desposarla. El hermano mayor, sin gracia ni escrúpulos, busca la flor sin suerte. El menor, bello y virtuoso, la encuentra, la corta, se la pone en su sombrero, y se acuesta a dormir una siesta. El mayor lo encuentra así, desenvaina la espada, y, sin darle oportunidad de defenderse, comete el filicidio.

Tiempo después, el día de la boda de la hija del rey, un músico que pasea por el bosque encuentra entre las hojas secas un hueso. Creyéndolo una caña, lo recoge, y talla en él una flauta que canta hermosa, perturbadoramente. La lleva a palacio. Ahí, la flauta que es hueso, revela el crimen del hermano impostor y derruye las paredes del poder ilegítimo: “Oh músico, querido músico, contigo ahora debo lamentarme: por una florecilla de color hermoso, mi hermano me quitó la vida. En el bosque, mis huesos se blanquean, mi hermano desposa a una mujer hermosa. ¡Ay, pena, pesar!, ¡ay, pena!”.

Los huesos que cantan dicen la verdad, muestran los orígenes, develan quiénes son los usurpadores y quiénes son los criminales.

En todos estos casos, los huesos insepultos que no pasaron por el sagrado rito de la sepultura, se levantan contra sus enemigos.

Mahler usó uno de estos cuentos populares para escribir y componer su La canción del lamento, que José Areán acaba de dirigir magistralmente con la Orquesta de Minería y el Coro Filarmónico Universitario, en la Sala Nezahualcóyotl. Ahí, los huesos son los depositarios de la legitimidad, los mensajeros de la verdad y el significado mismo de la música y el arte. Cantan para revelarnos las verdades, para señalar al usurpador, al asesino, al espurio.

Desentonando con la tradición, en un acto de atrabiliaria ignorancia, como parte de los Festejos del Bicentenario y Centenario, Villalpando ha hecho desenterrar los huesos de nuestros próceres con el conque de hacerlos examinar para saber si son, o no, lo que se dice que son. Los expertos conocen de sobra los accidentados periplos de estos huesos, han viajado demasiadas veces, han estado dispersos, se les ha suplido: son mera representación simbólica. Serán tepalcates o de caballo, pero esto no los hace menos legítimos: son nuestra memoria, guardada y atesorada conforme a los ritos. ¿Qué busca Villalpando? ¿Es necrofilia, como dice Mejía Madrid en Letras Libres? ¿Pura sordera e ignorancia? No le quepa duda: esos huesos ya están cantando.

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