Ojo de Gato: Necrópolis jarocha
guillermo
manzano
Una de las funciones del gobierno es
garantizar la seguridad pública. No hacerlo implica ineptitud o complicidad.
Veracruz es una necrópolis. Un territorio de muerte. De dolor. La violencia es
cotidiana. La sangre riega la tierra y sólo hay justificaciones y pretextos de
los responsables de velar por nuestra tranquilidad.
Miguel
Yunes fracasó como gobernador. Lloriquea y culpa a otros de su incapacidad.
Como párvulo de antaño pide su estrella en la frente por lo poco que hace. Por
supuesto no la otorgaremos. No hace su trabajo.
La
prensa consigna todos los días muertes, asaltos, secuestros, desapariciones,
feminicidios y crímenes en general en todo el territorio veracruzano. Las
familias lloran. Sufren. No son cifras oficiales. No son números. Son seres
humanos masacrados. Hogares rotos, golpeados. La muerte reina en Veracruz y
tiene su pajecito.
No
se necesitan informes ni datos oficiales con los que construyen verdades
institucionales. La realidad es singular y el dolor es plural. En eso me baso y
sostengo lo escrito.
La
espiral de violencia asciende. No hay horario para delinquir. Tampoco para
morir. En cualquier hora y en cualquier lugar la delincuencia actúa. Esto sólo
significa que no hay gobierno en el estado. Pero si burócratas serviles y
dóciles a la voz de quien les provee alimentos. Claro, ellos se autodenominan
‘servidores públicos’.
Miguel
Yunes sintetiza lo peor de sus dos antecesores: megalomanía e intolerancia. Él
es la única voz, el de la verdad absoluta, el omnipresente, el defensor ante
saqueos, el gran director de medios: ordena lo que se debe escribir y leer. Quien
mira realidades alteradas y que acomoda el mundo a como él lo sueña.
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Foto tomada de internet |
También
injuria a quienes no piensan como él, los ataca, los descalifica, los humilla.
Todos son tontos e idiotas por no valorar ‘su esfuerzo y logros’. Quiere
acomodar la historia a su minúscula biografía.
Su
gobierno no pudo hilvanar una política pública de paz. De reconciliación. De
conjuntar esfuerzos y dirimir divergencias. Por el contrario, se destaca el
discurso de odio. El que polariza y alimenta las frustraciones. El que nubla la
razón. El que agrede. La falacia como sustento discursivo.
Traicionó
a quienes le dieron el voto. Ya no hay tiempo de enmendar errores. La sociedad
sufre y el ladino goza. En Veracruz no hay vida institucional. No hay respeto a
la ley y estamos muy lejos de tener justicia. Culpar al pasado por las
deficiencias se volvió recurrente, monotemático. ¿Y?
Hoy
guardamos luto por nuestros jóvenes asesinados. Por las mujeres y niñas
desaparecidas. Demos nuestra solidaridad para quienes han sido asaltados en las
calles de nuestras ciudades, dentro de su hogares. Para quienes han perdido su
patrimonio, por los vejados y golpeados. Por las y los despedidos del servicio
público y los desempleados.
Veracruz
es un cementerio. Cierto, pero que no maten nuestra esperanza. Que las muertes
no sean vanas sino semillas cuyos frutos cosechemos mañana. No podemos estar
peor, ¿o sí?
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