Mujeres Que Saben Latín: Techo de cristal
Estela
Casados González
A
mis estudiantes de la Universidad Veracruzana
En 1883 Matilde Montoya LaFragua, una estudiante
de medicina de 24 años, escribía una carta desesperada a Don Porfirio Díaz:
docentes y alumnos de la Escuela Nacional de Medicina (convencidos de que debía
ser “perversa la mujer que quiere estudiar medicina como para ver cadáveres de
hombres desnudos”) objetaron la validez de las materias de bachillerato que
ella había cursado en modalidad de clases particulares y en escuelas para
señoritas.
Sus condiscípulos
y maestros presionaron de tal manera a las autoridades escolares que ella fue
dada de baja. Matilde solicitó que le
revalidaran las materias de latín, raíces griegas, francés y geografía para
cursarlas por las tardes en la Escuela de San Ildefonso. Su solicitud fue
rechazada, pues en el reglamento interno de la escuela solo se hacía referencia
a “alumnos” y no a “alumnas”, brindándole el beneficio de la revalidación solo
a los primeros.
Fue
por ello, que en una carta, solicitaba al presidente Díaz que la apoyara para
resolver este asunto que frenaba su formación como estudiante de medicina.
Gracias
a la intervención presidencial, Matilde
pudo concluir sus estudios, no sin antes escribirle por segunda vez al presidente
para que le permitieran titularse.
Así
las cosas, el 24 de agosto de 1887, a las 5 de la tarde, Matilde presentó una tesis innovadora para el siglo XIX, pues
incursionaba en el entonces poco explorado mundo de la bacteriología: Técnicas de laboratorio en algunas
investigaciones clínicas. Obviamente, estuvieron presentes en el examen
profesional tanto el presidente Díaz como su esposa María Fabiana Sebastiana
Carmen Romero Rubio y Castelló (Carmelita,
para la historia y las páginas de sociales).
“La
señorita Montoya es la primera damita mexicana que ha concluido una carrera
científica”, escribió un cronista de la época.
125
años después, ya entrada la segunda década del siglo XXI, la situación de las
mujeres en el ámbito de la educación superior ha cambiado de manera importante,
aunque no suficiente. Nuevos retos se presentan para las y los universitarios
que concluyen una licenciatura y que desean expandir sus horizontes.
Entre
el desempleo y la falta de oportunidades, hay una nueva generación de jóvenes
en el mundo que poseen una buena preparación y carecen de opciones para
desarrollarse exitosamente.
En
julio de 2013, han sido emblemáticos los casos de dos veracruzanas de
inteligencia excepcional: Esmeralda
Rodríguez González y Raquel Ortega
Sánchez.
La
primera de ellas, egresada de la Universidad Tecnológica de Gutiérrez Zamora,
fue víctima de acoso y maledicencia pública vía redes sociales, gracias a que
se ventiló información errónea sobre un supuesto rechazo de parte de Esmeralda
a una oferta laboral que le hacía la NASA. Aparentemente, ella prefería casarse
con su novio.
Sin
consultar el testimonio de la chica, articulistas y columnistas mal informaron
a sus lectoras y lectores. Miles de usuarios de Facebook se sintieron con la
inteligencia y autoridad moral para opinar sobre el asunto con una creativa
variedad de insultos dirigidos a una persona que no conocían.
Cuando
por fin se consultó a Esmeralda, se supo que tenía casi un año de casada, que no
rechazó la oferta de la NASA “por amor”. La realidad era otra. La NASA la
invitaba a una estancia académica y se comprometía a pagar el 50% de sus gastos
El resto lo tendría que aportar ella. Como muchas estudiantes brillantes de
origen económico modesto, la universitaria en cuestión no cuenta con recursos
que le permitan aceptar y embarcarse en esa fabulosa aventura.
A
la fecha, Esmeralda permanece en Veracruz. Los comentarios han parado. Los
apoyos brillaron por su ausencia. Sólo hubo una foto oficial en donde la
presidenta del DIF estatal, la Dra. Karime Macías Tubilla, la miraba con una
amplia sonrisa. Y nada más.
Otro
caso es el de Raquel Ortega Sánchez, Arqueóloga recientemente egresada de la
Universidad Veracruzana. De un total de 20 mil solicitantes de diversas partes
del mundo, Raquel fue una de las 32
personas admitidas en la Maestría de Filosofía en Arqueología, en la línea de
investigación Sistemas de Información Geográfica y Análisis del Espacio, en la
prestigiosa Universidad de Oxford, en
Inglaterra. Sendos ensayos en donde disertaba sobre su proyecto de tesis con el
que postulaba para ese posgrado, sus excelentes antecedentes académicos, así
como su impecable dominio del inglés, fueron su carta de presentación.
Todo
indica que, al igual que Esmeralda, Raquel se quedará a mitad del camino: la
Universidad de Oxford le ha dado
hasta el 31 de julio como fecha límite para que presente su visa de estudiante
y compruebe solvencia económica. Ha buscado becas de Conacyt para
financiamiento de estudios en el extranjero y encontró que recién se cerraron
las convocatorias para postular a estos apoyos del gobierno federal.
Raquel
dispone de gran inteligencia, perseverancia y empuje. Es un recurso humano de
gran valía que no cuenta con el capital económico que necesita. Y Oxford no la esperará.
Al
igual que Matilde Montoya, Raquel ha solicitado ayuda a
funcionarios de primer nivel en nuestro estado, incluyendo al Dr. Javier Duarte
de Ochoa. No ha habido respuesta contundente que le permita tener la certeza de
que para el último día de julio ya tenga resuelto todo para irse a estudiar a
Inglaterra.
Este
es el techo de cristal para las y los
jóvenes veracruzanos, cuyo talento es reconocido en otros puntos del planeta. Su
capacidad e inventiva les puede llevar a cualquier lado, ese es el horizonte
que tienen frente a sí. El desinterés de las autoridades y la falta de eficiencia
de las entidades gubernamentales ligadas a apoyar la formación profesional de
mexicanas y mexicanos en el extranjero frenan el crecimiento de las nuevas generaciones.
Menos
de dos semanas tiene Raquel para
conseguir el respaldo financiero que tanto necesita y con el que seguramente se
desempeñará con excelencia académica en la Universidad
de Oxford.
Esperemos
que el desenlace de la historia nos lo platique Raquel desde un aula de Oxford.
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