Las Banquetas (Guillermo Manzano)
A Pie de Calle
Las banquetas son para el peatón. Al menos eso creo, pero como las creencias suelen ser falsas, las banquetas no son para el peatón. Vamos, al menos las banquetas de mi ciudad; Xalapa.
Aquí son multifuncionales: pueden servir como extensión de bar o del restaurante. Aparador de las más diversas y disímbolas mercancías de origen dudoso. Como estacionamiento privado. Como jardín o cagadero de perros y gatos. Oficina de un variopinto de pedigüeños, músicos de toda índole y corriente o género musical, sala de asambleas políticas y punto de reunión de protestantes y protestadores sociales, políticos y lo que salga. Para todo eso y más, menos para caminar.
También sirven de rampa para meter el auto. Colocar un carrito de tacos, hamburguesas y jochos. Las sillas, el anafre y la olla de tamales. A veces esto varía con una canasta de fritangas o tortas fritas. Poner postes de línea telefónica y eléctrica. Jardineras (por lo general vacías y sucias), bolsas y bolsas y bolsas de basura. Barreras de ‘protección’ afuera de cualquier escuela y cementerio de chicles y colillas de cigarros.
Sirven como extensión de la verdulería, tienda de abarrotes y carnicerías. Dormitorios de borrachos y mingitorio público. Algunas desaparecen por la maleza y otras, simplemente estuvieron en la imaginación del fraccionador o de las constructoras. También son estacionamiento de motos y bicis. Son excelente base para letreros de todo tipo: oficiales y privados. Talleres de reparación de escapes y mofles, cambios de frenos, vulcanizadora, reparación de sistema eléctrico, polarización de cristales o viceversa y cualquier cosa que se tenga que arreglar, cambiar o poner a un automóvil. Son galerías de los diversos modelos y estilos de casetas telefónicas, iluminadas u obscuras.
Algunas son tan estrechas que con dificultad caben dos personas juntas. Cuando llueve, las puntas de los paraguas amenazan con picar uno que otro ojo. Llevar prisa es bajarse para rebasar al siemprelento que nunca falta.
Pero con todo esto, tengo la esperanza que un día no lejano, las banquetas de Xalapa sirvan para caminar. Sólo eso.
Fotos: Guillermo Manzano


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