Ojo de Gato 53: Guillermo Manzano



El gran perdedor

Con todos los recursos públicos a su disposición, con un Instituto Electoral a modo, con la compra de líneas editoriales y columnistas, con regalos y dádivas para todo aquél que se le acercara, Fidel Herrera es el gran perdedor de la contienda electoral del 4 de julio. No pudo. No supo construir un personaje que lo sucediera. Ofendió a muchos y ahora se revuelca en el fango de la soledad.

De nada sirvieron sus aliados quienes también mostraron sus limitaciones. Las adulaciones no sirven para el trabajo político. La carencia de crítica y autocrítica contribuyó al fracaso. Con toda ‘la plenitud del pinche poder’, fue incapaz de que su contrincante vitalicio superara el millón de votos.

Fidel, acostumbrado a la fontanería política, tuvo que operar directamente la alteración de resultados oficiales preliminares debido a la incapacidad e ineficiencia de sus cuadros.

Previo al 4 de julio ya había puesto la mesa para que su muchacho ganara sin problemas. Un consejo electoral servil y sumiso, dilapidación de recursos, ordenó que la papelería electoral se imprimiera en una empresa privada y no en los talleres Gráficos de la nación (¿cuántas de las actas notariadas por el PRI son apócrifas?), repartió, como si fuese fiesta patronal, notarías a incondicionales, cómplices y amigos (¿acaso un nuevo notario certificó las actas que le dan casi el millón y medio de votos al PRI?), en fin, sólo le faltó asistir al debate en lugar de su delfín.

Colocó en el área electoral del PRI a dos ex secretarios ejecutivos del Instituto Electoral (Rey David Rivera y Zeferino Tejeda) quienes contaron con todo el apoyo oficial para tener los datos necesarios del mapa geoelectoral del estado y poder operar a favor del candidato oficial.

Permitió dos aumentos al costo del pasaje del transporte público y regaló miles de concesiones de taxis para amantes, familiares de estas, reporteros, dueños de periódicos, abrepuertas y un variopinto que nada o poco tienen que ver con el oficio de taxista.

Mando a construir más de mil puentes (según sus informes) otorgando las obras a empresas que sub contrataban constructoras para la realización de los trabajos, obvio, con un incremento sustantivo en los costos; pero permitido por haber pagao el diezmo al gobierno de la fidelidad.

Fidel Herrera hizo todo y más para darle continuidad a su megalomanía monocromática, pero sobre todo, para garantizarse la libertad debido a la corrupción y desaseo en las finanzas del Estado.

Por eso no dudó en usar las instituciones del Estado para intimidar, amenazar y presionar a quienes osaran contradecirlo o traicionarlo (recuérdese el caso del presidente municipal de Pánuco, Ricardo García Guzmán, cuyo proceso de desafuero está pendiente al igual que una orden de aprehensión, sólo por cometer el delito de renunciar al PRI y apoyar a Miguel Yunes).

Dispuso de la Contraloría General del Estado para proteger a sus lamebotas. Redujo al Poder Legislativo a una mera oficina de oficialía de partes y al Poder Judicial, taza de vetustos, le proporcionó lo que más les gusta a sus integrantes: mujeres jóvenes.

Con sus alcahuetes fue esplendido. A la hija de uno de ellos la hizo diputada local, quizá en pago por verle los senos o, mejor dicho, en compensación porque la ‘mirada furtiva’ se difundió en primera plana de Excelsior y muchos sitios virtuales (ojitos jarochos, titularon la fotografía).

Esto y más hizo Fidel en cinco años y medio de poder. Entonces, ¿por qué su cachorro no pudo ganar la elección en forma incuestionable?, ¿por qué fallaron los aliados a quienes se les había tratado espléndidamente? La vieja nauyaca tendrá tiempo para pensar y repensar estas y otras respuestas, aunque lo que en este momento le importa es saber si escribirá sus memorias del pinche poder en un exilio dorado o en una celda de máxima seguridad. Por eso y por mucho más, Fidel Herrera es el gran perdedor.

COLA DE GATO

SE acabo el mito de la filántropa. Con menos de la quinta parte de la votación del listado nominal se apresta a gobernar Xalapa. Elizabeth Morales llega con una votación similar a la que tenía el PRI en la década del 80 del siglo pasado, porcentajes paupérrimos y carentes de legitimidad. Mediante chantajes obtuvo la candidatura, dijo tener un ‘piso’ de 80 mil votos y que en campaña llegaría a los 100 mil. Mintió. Lo peor es que en nada ayudó a su candidato a Gobernador. De hecho, lo hizo perder en la capital veracruzana. Mucho dinero tirado a la basura, muchas horas-aire en radio y televisión del Estado, mucho ruido y pocas nueces. A final de cuentas, Morales entendió que la gente que le da el perfil pensante a Xalapa, simplemente no la quiere. Triste su realidad aunque se niegue a verla.


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